La muerte de Lorenzo Duque me lleva asociar su labor de trabajador apasionado de la piedra de Alcor con la imagen, así me lo transmitió, que quería plasmar en la escultura de Millán, «un maestro cargado de curiosidad con un libro abierto entre sus manos». Vidal Arranz a través de su columna ‘Desde el Pisuerga’, en El Mundo. Diario de Valladolid, con el título ‘Millán vive’, reseñaba al día siguiente de su fallecimiento: «La auténtica muerte es el olvido. Y la única resurrección que puedo comprender radica en la capacidad de algunos hombres tienen para dejar una huella indeleble en la memoria de los otros, perpetuándose en su recuerdo». Y Maribel Rodicio en su crónica obituario del 12 de marzo en El Norte de Castilla escribía: «Viejos sindicalistas, jubilados de Fasa o de la construcción que en la iglesia de Santo Toribio encontraban espacio para reunirse o esconderse; antiguos estudiantes que sacaron el certificado escolar siendo adultos, personas maduras que en su juventud integraron los equipos deportivos o los movimientos de cristianos de base promovidos por su párroco, fundadores de la Asociación Familiar y, Delicias en pleno, se dieron cita en la tarde de ayer para despedir a Millán Santos Ballesteros, su cura, su amigo, su ‘camarada’, su profesor particular -sin sueldo- de música, la referencia no sólo de uno de los barrios más emblemáticos de Valladolid sino de la transición y de la lucha decidida por valores como democracia, libertad, amistad, solidaridad».

Un ejemplo de esa curiosidad pedagógica y de su afán por el valor de la libertad  se encuentran en sus cuadernos. En uno de ellos, febrero de 1993, del 1 al 5 Congreso de Pedagogía en La Habana (Cuba),  bajo el lema “Encuentro por la Unidad de los Educadores Latinoamericanos; a él acuden más de cinco mil representantes del mundo de la educación de América Latina y el Caribe, junto una representación española. Millán viajaba en compañía de un pequeño grupo de educadores de adultos de Valladolid. En la primera hoja de la libreta de apuntes del Congreso, recogiendo una expresión del venezolano Luis Bigot, presidente de ese encuentro, leo: «Los maestros somos incurables soñadores…, donde hay un maestro no morirá jamás la esperanza», y apunta «termina su intervención dando la bienvenida a Cuba a los ‘representantes de la esperanza’». En las líneas siguientes describe como ‘escena alegórica’ el saludo de unos niños en el escenario en diálogo con su maestro y el cántico de las canciones ‘Gracias a la vida’ y ‘Para hacer esta muralla’ que los congresistas corean mientras un numeroso grupo de niños «vienen por el pasillo central con flores entre la gente». Recoge la intervención  del ministro cubano de educación, Luís Ignacio Gómez Gutiérrez, sobre ‘Tendencias actuales de la Educación en Cuba’, y escribe que se está el en «Periodo especial…, frente al bloqueo» de EE.UU., por tanto, se requiere una «Formación de una cultura de la Resistencia como primera tarea educativa», y entre paréntesis añade «esto es lo q.(se) intenta enseñar a niños y jóvenes», «lo que tenemos se distribuye entre todos…pero también las carencias…pero esto no es tarea fácil», «que los maestros adapten todo a la creatividad de los educadores», a la vez parafraseando una cita de José Martí, «trabajo y escuela juntos» coloca en el centro de la pagina un termino muy querido por él, hay que hacer «pedagogía popular». Sigue apuntando sobre la importancia que se debe dar a la formación del personal docente, «formación en el trabajo y para el trabajo», «las armas de los maestros son las ideas», y que el ministro «pide disculpas de no poder atenderles mejor por las carencias del país», «alude a la dignidad …que existe en nuestros compatriotas -espíritu de sacrificio-» y completa con estas frases proposicionales, «respeto de los enemigos y afecto de los que nos quieren», «la lucha no ha cesado…, sigue la batalla de la libertad», y «termina “vivan los educadores latinoamericanos”». La intervención del ministro había comenzado, así lo recoge Millán, con una anotación en transversal, que «él se quitaba para que hablara Fidel», y solicitando «que pase al pizarrón», cosa que se cumplirá, a su estilo, en la clausura del día 5, y que Millán solamente expresa con su retranca: «Y en esto habló el comandante». En las actas está recogida la intervención, «…todo lo que sabíamos nosotros de educación cuando triunfó la Revolución era que había que desarrollar la educación y algunas ideas de cómo hacerlo… pero fue la vida, fue la batalla, fue la lucha por el desarrollo de la educación en nuestro país lo que engendró el conjunto de programas que se han realizado en estos años…». Los apuntes continúan dando cuanta de las intervenciones de los representantes de Argentina, Bolivia.., y de los talleres en los que participó, y a las conferencias que asistió con comentarios personales, materia para dar cuenta en otra oportunidad.

Jesús Ojeda Guerrero, investigador en Ciencias Sociales