Susan Sontag, en uno de sus ensayos agrupados con el título  Sobre la fotografía, la define como un instrumento para salvar del olvido a personas y acontecimientos, y transportarlas a la realidad de lo que representan.  Es cierto que la imagen de Gandhi ha sido objeto de  reportajes fotográficos, de subastas, de documentales, de películas, de cromolitografías…, un personaje realmente fotogénico según Henri Cartier-Bresson. Este fotógrafo francés decía de sí mismo que nunca se encontraba en un sitio por casualidad aunque luego las casualidades le atrapaban:  “Cuando llegué a la India llevaba conmigo mi primer libro…, y se lo enseñé a Gandhi. Lo ojeó lentamente, mejor dicho, miró cada página, y se detuvo ante la foto de Claudel que se cruza con un coche fúnebre. Gandhi me preguntó por el sentido de la imagen. Y enseguida dijo: ‘Death, death, death’. Eso es todo. Cuarenta y cinco minutos más tarde le asesinaban” (Declaraciones a Le Monde, 6.08.2006). De esta forma tan precisa Margaret Bourke-White, fotoperiodista norteamericana también, narra en  Portrait of Myself el ultimo fotorreportaje suyo sobre Gandhi vivo en enero de 1948: “Me levanté para irme y uní mis manos en señal de despedida, con el gesto clásico que utilizan los hindúes, Gandhi en cambio me dio la mano al estilo occidental. Nos despedimos y continué mi camino. Pero algo me detuvo. Su modo fue tan amistoso. Miré por encima de mi hombro y le dije ‘Adiós, y buena suerte’. Tan sólo unas horas más tarde, mientras él partía rumbo a sus oraciones vespertinas, este hombre que creía que aun las bombas atómicas deberían ser enfrentadas desde la no violencia, fue abatido por las balas de un revolver”.  El  texto se acompañó con una de las imágenes de Mahatma Gandhi de espaldas, apoyándose en ‘dos bastones’, sus sobrinas Abha y Manu, camino de la plegaria en los jardines de Birla House en Delhi. Bourke  fue también la autora, en 1946,  de la foto icónica de  Gandhi ante una rueca, leyendo, publicada  en la revista Life,  dentro de un amplio reportaje con motivo del magnicidio junto a las imágenes de su cremación en febrero de 1948. No lo debió de tener fácil la fotógrafa para realizar su trabajo, había venido a la India para documentar los procesos de independencia,  y viajó a Pune,  para retratar al Mahatma en su ‘áshram’. Ella cuenta que pidió permiso para sacar una foto de Gandhi ante el torno de hilar, como imagen del boicot a las industrias textiles de Inglaterra, y como una forma ejemplar para incentivar a que los indios se fabricaran su propia vestimenta. Uno de los colaboradores de Gandhi, Narayan  Desai, le preguntó: “¿Usted sabe hilar?”. Ella contestó: “Oh, yo no he venido a hilar con el Mahatma. He venido a fotografiar al Mahatma hilando”. La respuesta de Desai fue: “¿Cómo va entonces a captar el simbolismo de Gandhi en la rueca? ¿Cómo va a entender el hondo significado de la rueca, el charka, si no aprende primero a usarla?”. Se vio, por tanto,  obligada a  hacer un curso rápido de aprender a hilar. Hubo más condiciones, no podía hablar con él, al ser ese día en el que Gandhi practicaba el silencio, solamente podría utilizar tres bulbos de flash por el malestar que le generaban las ráfagas fuertes de luz. Y no faltaron los problemas técnicos derivados de la humedad reinante y los disparos fallidos. Las fotos de la fotoperiodista sirvieron posteriormente para el enfoque de un buen número de tomas de la oscarizada película de Richard Attenborough, ‘Gandhi`(1982).

Fue también el objetivo preferente de la cámara ‘Rolleiflex’ de su sobrino/nieto Kanu Gandhi durante los diez últimos años de la vida de Bapu. Las condiciones esta vez consistieron en no usar el flash, la espontaneidad del momento sin poses y que se autofinanciara la compra del material. El conjunto de fotos en propiedad de la mujer de Kanu, Abha, uno de los ‘bastones’, fue adquirido por el fundador de ‘Ghandiservice’ en Berlín, Peter Ruhe, que publicará una parte de las dos mil, junto a las del también fotógrafo de Gandhi Vithalbhai Jhaveri. Ese modelo de cámara lo recibió como regalo la primera fotoperiodista india, Homai Vyarawalla, del que será su marido, Maneckshaw Vyarawalla, en 1941. Vestida con un sari y su ‘Rolleiflex’, recorría Delhi en bicicleta para captar los momentos definitorios de los acontecimientos de la India independiente en agosto de 1947, retratando la primera bandera de la India que se izaba en el Fuerte Rojo, a Jawaharlal Nehru como icono constante suyo y en momentos de descuido, a Muhammad Ali Jinnah, un día antes de partir para Karachi para proclamar la independencia de Pakistán, o al mismo Gandhi dirigiéndose al Comité del Congreso el 14 de junio de ese mismo año, oponiéndose a la inexorable partición de la India y el reportaje sobre el traslado del cuerpo de Gandhiji a la salida de Birla House el 31 de enero. Siempre de la imagen de Gandhi nos quedará en la memoria la coherencia de su  comportamiento, como espejo en el que mirarnos como humanidad, para oponernos en estos tiempos a  la  crueldad de la guerra entre seres humanos: “Ojo por ojo, y el mundo acabara ciego”.

Jesús Ojeda Guerrero, investigador en Ciencias Sociales